jueves, 9 de abril de 2009

Por qué nadie esgrime como bandera política que la gente pueda pagar más baratos los autos?

Este es un enigma que, desde que tengo uso de razón de conductor, no alcanzo a comprender. Los autos en Argentina son extremadamente caros a consecuencia de los gravosísimos impuestos que se les aplican. Por ejemplo en Chile, el vehículo que allí cuesta US$10.000.-, aquí vale US$20.000.-, exactamente el doble, lo que no es poco.
El auto es, en mayor medida, junto con la casa, el ideal de compra y consumo de casi todos el mundo, no solo en Argentina, también en el resto del mundo. El vehículo es una poderosa motivación económica de la gente, y dedica buen tiempo y dinero a conseguirla.
Pero sucede que acá, al ser tan caros, la gente destina demasiado tiempo y esfuerzo de su vida a conseguirlo. Muchas veces la vida económica de un hombre puede contarse en los pocos autos que tuvo a lo largo de su vida.
No me parece justo que sea tan caro.
No creo que lo que puede ser fácil de conseguir se haga dificil por razones ligadas a decisiones egoístas de terceros, como es el caso de los excesivos impuestos que se cobran por adquirirlos.
Nada más y nada menos que el enorme monto impositivo tiene razón en el mantenimiento de la pesada e ineficiente estructura estatal. No hablo siquiera desde una postura ideológica, sino meramente práctica y experiencial: el dinero que el Estado continuamente extrae de más a la gente tiene como objeto pagar el enorme costo de sueldos y gastos de la administración pública.
Cualquiera que observa la administración pública con un poco de detenimiento verá que esta no es muy eficiente y, si analiza sus costos, verá que gran parte de su dinero se pierde en el desorden administrativo, las compras y pagos sobrefacturados, la desidia de muchos empleados y en la nefasta idea de que para resolver una necesidad se necesita incorporar más gente. Usualmente, por supuesto, del partido político, la familia, los amigos del poder de turno.
A esos ítems va el exceso en el cobro de impuestos. No se niegan aquí los impuestos, las necesidades que asume el Estado requieren de fondos, pero los errores del Estado exaccionan a los ciudadanos.
Sí, me impresiona que ese colectivo popular del costo enorme y discriminador de los automóviles, no sea todavía bandera política de nadie.
Los argentinos, y no solo los varones por supuesto, soñamos con el auto. Soñamos con la compra, con el olor a nuevo y sentimos una sana envidia cuando vemos a otros países cuyas flotas son de autos nuevos, con la mejor tecnología y que los pueden comprar cualquier persona que cobre un sueldo.
No me parece justo, además, que el ciudadano debe gastar y reprogramar sus ingresos en relación con un auto. Si estos fueran baratos, ya que no podemos hablar que se trata de un lujo, el excedente de su dinero podría ir a otros gastos importantes para el mismo, para su familia y para la sociedad.
Dificilmente una sociedad pueda dar lo mejor de si y expresarlo a través de sus inversiones, si todo el dinero que recibe va a parar al mantenimiento de las pesadas arcas del Estado. Cientos y cientos de proyectos de cada uno de los individuos que componen la sociedad serían fértiles en caso de que se tenga más dinero.
No es justo. Y todavía no entiendo cómo ningún político ha ondeado la bandera de la reducción de impuestos de los autos.
Quiero una Argentina donde el que trabaja pueda cumplir con sus mínimos sueños. Dejemos que la gente tenga su auto nuevo, y que le sobre algo de dinero.