miércoles, 19 de octubre de 2011

Los intendentes no pueden ser re reelectos (Dedicado a Aldo Giordano)


LOS INTENDENTES NO PUEDEN SER RE REELECTOS


Pese a la versión circundante, hoy, si un intendente quiere ir por su segunda reelección consecutiva se topará sorpresivamente con que no se encuentra constitucionalmente autorizado a ello.

El tema, que obedece a una mecánica republicana, indica que la reforma constitucional del art. 198 de junio de 2009 sí fue aprobada, pese a las particulares interpretaciones que desde el poder sobre ella se han hecho después de aquella votación para impedirla. De hecho tal reforma debería estar incluida en los textos públicos, tal como en los links de la Legislatura provincial.

La reforma comienza en 2007, cuando el Senado y la Cámara de Diputados, con mayoría de 2/3 tal como exige el artículo 223 de la Constitución, sancionan la ley 7.814, que declara la necesidad de la reforma y llama al pueblo para su aprobación -o no- en la próxima elección de junio de 2009.

Dicha propuesta de reforma constituyó en limitar a una la reelección de intendentes, con intervalo de un período de querer continuar.

Ese domingo los mendocinos concurrimos a votar, y triunfó el Sí con el 52,06%. Bien, triunfó la reforma, de gran avance institucional y democrático, pero ¿qué ocurrió después? Que desde el Poder Ejecutivo, apoyado luego por la UCR, con gran silencio del PD pese a ser los impulsantes de la reforma, se desestimó el valor del porcentaje de votos, trayendo al caso el fallo de 1989 de Sala I de la Corte Provincial, autos n° 41.713 "UCD y otros c/Gob. de la Prov. de Mza." (ED 133/721), donde con voto preopinante de la Dra. Aída Kemelmajer de Carlucci, se interpretó que los cómputos deben tomarse del total de empadronados y no de los votos emitidos, lo que reduce el 52%.

Ahora bien, un fallo judicial sólo actúa sobre el caso en cuestión, no para todos y el futuro. Y tal fallo no fue plenario y por tanto no obliga a la Corte en su decisión. Es aquella una opinión importante y sugerente, pero no obligatoria.

Luego la palabra oficial fue tornando a la práctica imposibilidad de sancionar la reforma (con algunos fuegos de artificio consistentes en cambiar por otra cuyo objeto es transformar el 223 y su supuesta mayoría para, a su vez, dejar abierto el canal para reformar toda la Constitución) y continuó, finalmente, en que había imposibilidad de promulgarla. Promulgar es poner en vigencia.

Ese fue el final discursivo, pese al 52% aprobatorio de la reforma, y los intendentes y sus respectivos partidos satisfechos, porque los oficialismos -los que pueden re-reelección-, permanecían con posibilidad de continuar. En el mapa electoral, ambos partidos, PJ y UCR, tienen y tendrán intendentes que pueden ir por la doble reelección, ergo desestimar la reforma coincide con sus propios intereses.

Sucede no obstante que aquí opera, fuera del discurso, el asunto jurídico, el que responde a lo que nuestra Constitución establece en cuanto a la excepcional consulta popular de base constituyente.

El paso siguiente desde la reforma es que el Poder Ejecutivo debe promulgar el nuevo artículo (art. 223 3° pár). Un acto de orden administrativo (la promulgación) nunca se encuentra por arriba de una ley; menos aún de una reforma constitucional. Tanto por jerarquía normativa (la Constitución está por arriba de la ley, y los actos administrativos son inferiores a éstas; mucho más lo son entonces de una norma constitucional o de su creación: la consulta popular) como por efectos del sistema republicano la reforma votada no puede ser jurídicamente interrumpida por un acto administrativo o por su carencia.

De hecho, en el procedimiento de sanción de leyes la Constitución establece que la ley será promulgada por el Poder Ejecutivo en forma expresa, pero sino "se reputa promulgado por el Poder Ejecutivo todo proyecto no devuelto en el término de 10 días."

Entonces si para una ley se establece que si en 10 días el gobernador no la veta, ésta queda automáticamente promulgada, menor es incluso la influencia de ese acto cuando de la opinión del pueblo en votación constitucional se trata, porque es la voluntad expresa del constituyente y, por tanto, de la más alta jerarquía jurídica. Y lo cierto además es que la Constitución no autoriza a que se pueda vetar una reforma constitucional.

A cualquier efecto en las oficinas públicas del Poder Ejecutivo y en la Junta Electoral, no hay expediente alguno. De todos modos, si lo hubiera, este no tiene validez confrontativa contra una reforma. El único modo de anularla es que en cualquier caso el porcentaje siempre fuere menor al 50%, porque lo dispone la propia norma.

Dado este mecanismo constitucional es que la reforma del artículo 198 se encuentra promulgada y vigente desde julio de 2009, por promulgación automática y/o porque el Poder Ejecutivo no puede vetar.

Y debería ya figurar en los textos legales de la Provincia como tal. Entiéndase que ni siquiera por falta de publicación en el Boletín Oficial se puede detener una ley (sino se haría diariamente). El concepto es que una decisión popular de ese valor no puede quedar supeditada a un acto de otro poder cuyo valor es sólo instrumental o accesorio. La Corte, en autos 41.721 "Arana", incluso deslegitima el valor del Boletín cuando por otros medios se toma conocimiento público.

Así las cosas es que en Mendoza el intendente que desde junio de 2009 se pretenda para una re-reelección consecutiva, su postulación no está permitida por la Constitución, debiendo rechazarlo el organismo electoral, y cualquier ciudadano, partido político o elector puede válidamente interponer acción para evitar que esa candidatura se formalice y se vote en elecciones.

El intendente objetado -si aún pretende continuar- deberá ir por el fallo que lo autorice y no que lo mantenga, y dicha salvedad implica que, como no se encuentra autorizado a continuar, le costará probar el fumus bonis iure (humo del buen derecho) necesario para solicitar cautelares para mantener su posición, debiendo esperar el fallo final, si no que de obtenerlas lo serán para ver si podría acceder al cargo. Por tanto, si el fallo se demorase lo normal, seguramente la elección irá por su camino sin su candidatura.

No quita, si no que agrega, el hecho de que la interpretación de la Corte de 1989 ahora esté en duda desde la designación del ministro que ha manifestado mantener las decisiones políticas de su gobierno en la Corte, y estas son, hoy por hoy, interpretaciones de que el 50% de electores concurrentes son suficientes sin contabilizar el padrón total.

Hoy, los ciudadanos, tienen el poder de evitar las intendencias perpetuas, tal y como se expresó en su voto republicano de junio de 2009.

GIANNI VENIER


Este artículo fue publicado en diario Los Andes: http://www.losandes.com.ar/notas/2011/10/12/intendentes-pueden-re-reelectos-599433.asp

jueves, 6 de octubre de 2011

Steve Jobs y los pequeños críticos

   Para mi es un mal día. Falleció,  joven, Steve Jobs, un creador. Sus productos, sus objetos imaginados, pueblan las estanterías, las casas y, sobre todo, las mentes de quienes los poseen como los que no. Creó fantasía en forma material. Con un poco de esfuerzo, sin necesidad de linajes o fueros de nobleza, alguno de sus inventos puede estar en tu mano, y vivenciar la fantasía de un iluminado ideada y creada a miles de kilómetros de distancia.  Seguramente su proceso de creación estuvo motivado por la ganancia comercial, la que no impidió -por el contrario, y la realidad lo prueba-, el florecimiento de sus creaciones que, sin dudas, han mejorado el mundo. 

  
   En los países de habla sajona es un ideal ser Steve Jobs. Pero en muchos otros, su nombre puede sonar mal, porque solo se ve la faz comercial, y encima se la discierne en malos términos. Esto mayormente en la tradición de doble moral del continentalismo europeo, donde (por la idea helénica del ocio y su contrario, el neg-ocio) y por la solapada pero imperante avidez por el dinero, que se quiere ocultar. Mientras más se oculta, culposamente, más se critica eso que se oculta.

   Esa idea es asumida por algunas ideologías, donde nadie es más que nadie. Allí, no solo no hay caldo de cultivo para un Steve Jobs, sino que incluso está prohibido serlo.  La envidia anida allí de un modo supremo.
  
   Para el esquema de vida cuyo objeto de análisis recuerda ciertamente que el hombre comenzó como un homínido más que pudo cambiar la faz de la Tierra y hacer la vida más fácil (pero sobre todo hacerla posible, que permite la existencia de vida) a más de 6000 millones de personas, los Steve Jobs son los ídolos, los modelos creadores, sin los cuales nunca hubiéramos salido de la selva; seguiríamos siendo acosados por lobos, no sabiendo si esta semana comemos o no, y no sabríamos si llegamos a 25 años de vida. Los primitivos Steve Jobs nos fueron sacando de allí, y nos acompañaron y amoldaron a vivir en la sociedad civilizada que, gracias a la tecnología y el orden, nos permite vivir a la exorbitante y brutal suma de personas que estamos arriba de este planeta.
  
   Esta visión por lo esencial, por lo que de mejor y único puede tener el hombre, su espíritu creador,  no es -sobre todo en Latinoamérica-, usual.
  
   Hay muchos que  nos quieren tal vez aún cazando ciervos en la pradera, y que no crezcamos, que no intentemos hacer de este un mundo mejor.  Pero siempre, para quienes ostentan  este tipo de  pensamiento, ellos nunca se piensan a si mismos yendo a cazar el ciervo. De algún modo u otro, al alejarse de la realidad del esfuerzo y la creación,  dan por descontado que van a ser alimentados: lo serán de la cacería que el otro con su esfuerzo realiza; y quieren ignorarlo.
  
    ¿Y qué ven de Jobs? Idealizan un lado malo, un lado oculto. No pueden reconocer que el iPad y el iPhone son geniales, no. Que las Mac's realizan todos los trabajos de edición que tanto les gusta ver. Les asusta dicho sujeto que es en realidad  un motor impulsor, e intentan atacarlo arguyendo las mismas y habituales cuestiones consistentes en  que ganaba dinero,  que era un comerciante, etc (dando por descontado, incolucrando a quienes escuchan, para sí y para los demás,  que estas actividades son ínsitamente malas..) 
     
    Ahora bien, a más de ser ampliamente cuestionables que esas actividades sean negativas, ¿se olvidan acaso que esas industria, motivadas por el dinero,  proveen las cosas para poder vivir al propio criticador?  -ni Marx objetaba esto-.  Porque en realidad esa crítica no va acompañada de la abstención de utilizar los productos o las mejores del otro; hay un doble standard moral allí.  Si no quiero a Jobs, si me parece reprobable, debo ser consecuente y dejar de usar el iPod. 
    
   Y algo más ¿acaso esos críticos pueden con su inteligencia crear cosas que sustituyan -si es que fuera necesario; no lo es- lo que creó Steve Jobs?  Y sigo más ¿tienen los que critican algún tipo de privilegio que les quite la obligación de hacer cosas por los demás? ¿o acaso suponen que Steve Jobs es quien tiene que cargar con el mundo exigiéndole actividades heroicas, pero que  ellos mismos, los perpetuos críticos,  no están abarcados por las mismas obligaciones? 
    
   Si contribuyeran con el mundo en modo real, empleando su tiempo y esfuerzo, y no el de otros a los que de paso critican, tal vez entenderían un poco más de qué se trata esto, de este proceso por intentar ser cada vez mejores, más aptos para permanecer en esta Tierra. En fin, la humanidad.
  
   Steve Jobs, gracias.
    



   

martes, 4 de octubre de 2011

Esperando el Paraíso


     No es menor que gran parte del país reciba subsidios y asistencia, basada exclusivamente en ser un número del censo. Es una señal muy fuerte la que se envía a la sociedad cuando el principal actor económico (el Estado) te otorga posibilidades de mejorar tu existencia sin que des nada a cambio. Es, simplemente, que, por estar en un censo, en una estadística, se te otorga la posibilidad de conseguir bienes que te permitan vivir.

     Ahora bien, entiendo que la gente, cada persona, es más que un número estadístico. Es además y mucho más que eso, un cúmulo de deseos y necesidades, de ansias y expectativas en el estrecho tiempo que le toca estar en el mundo. Y mayormente su felicidad dependerá de la tentativa permanente de conseguir los deseos que tiene en vida, de poder cambiar su realidad, su circunstancias. De participar.
     
    Pero entregar dinero sin más, solo por estar y sin impulsar a más, da una poderosa señal de cuál es el rumbo que se espera de la gente que lo recibe: sólo estar, sólo percibir. Sin rumbo, sin destino, sin dirección.  Dando poder a la idea de que la vida, en vez de ser una suerte de obtención, de ganarse un derecho a estar, es simplemente una tribuna de exigencia. Es acostumbrar a recibir, y desacostumbrar a hacer.
   
    Imagine estar en el lugar donde usted ejerce sus actividades. Imagine que, en vez de hacer lo que tiene que hacer para dar a la sociedad (un producto, un servicio) usted no realiza actividad alguna, sino que simplemente recibe. Por supuesto que vivirá, que dará cierta tranquilidad a sus necesidades básicas, pero si deja de hacer sus actividades otros sufrirán por usted, porque no conseguirán aquello que usted hacía, aquello que usted entregaba a la sociedad. Esta sufrirá la consecuencia de que usted no realice la actividad que podría ser útil a los demás. Ellos recibirán menos.

   Ahora hagamos un ejercicio de la imaginación mayor. Pensemos que usted y otro más, mucho más, comienzan a poblar el país desde la idea de no hacer, de solo recibir. Vamos a un absoluto: todos dejamos de trabajar pero todos percibimos una retribución que nos permite vivir. El Paraíso en la Tierra: la permanente inacción del descanso, el no hacer, la falta de obligaciones, solo ir una vez por mes a recibir la paga por nuestra existencia.

   Es una idea que suena sensacional, pero no estamos en el Paraíso. No, estamos en la Tierra. Y en esta hay necesidades que cubrir, hay obligaciones que penden de nosotros para mantener el sistema. Y, en un plano fundamental, es mejor que el Paraíso: en la Tierra podemos tener sueños, porque podemos construir. 

   Y circunscribamos la Tierra a un lugar determinado, a un sector del planeta, con delimitación geográfica. A un país. Imagine que usted vive en ese país, en ese sector que intenta vivir en el Paraíso pero que olvida que es, en realidad, la Tierra. Donde hay sueños y necesidades, donde hay que hacer y donde las cosas deben mantenerse y construirse otras. Pero altere el curso de las cosas: imponga normas del Paraíso (vivir sin hacer) con las realidades de la Tierra (hacer para vivir), y verá que ciertamente, tarde o temprano, habrá un conflicto.

    Ese conflicto se dará entre las necesidades nuevas e insatisfechas, ya sean promisorias (estar mejor) o simplemente conservatorias (que no se destruya lo que existe; el mantenimiento), y la realidad inmóvil, de huelga o paro permanente,  que impide satisfacer aquellas. Pero los bienes son limitados, y las cosas terminan mandando, incluso y sobre todo, aquellas que son las que dan sustento al mantenimiento de ese modo de vida indemne, paradisíaco.  

     Y es que ese conflicto termina siendo superado por la realidad, por la necesidad de mantención de las cosas, y por las necesidades humanas de soñar un futuro, sólo construíble con la acción, con el hacer, no con la expectación pasiva.

     Hay un solo lugar en la Tierra donde se da ese modelo de vivir sin hacer, solo vivir existiendo, sin más. Sí, lo sabemos: la cárcel.