jueves, 8 de diciembre de 2011

La destrucción del Pasado: Instituto Oficial de Revisionismo Histórico

   El revisionismo histórico impulsado por el gobierno kirchnerista en Argentina puede sumarse a otro elemento más en la estrategia que llaman cultural, y que es un movimiento de pinzas sobre el pensamiento de los habitantes del país.
    Entiendo que, proviniendo el kirchnerismo del peronismo, y siendo este un movimiento de índole agonal, es decir, abocado mayormente a obtener victorias electorales, es que se comprende, en algunos puntos, la extraña reunión de hechos si las analizamos para el fin de conseguir una proclividad de pensamiento destinada a conseguir que la gente los apoye, y así simplemente administrar los actos eleccionarios y asegurarse el poder en forma permanente.  El fin parece ser que todos piensen como kirchneristas, y nada más.
  En ese contexto el Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, encabezado por Pacho O'Donell viene a desarrollar una tarea específica: ir por nuestros abuelos, por el pasado.

  Vuelvo al cada vez más extraño presente argentino para que se pueda entender al Instituto. En la actualidad el gobierno kirchnerista produce, mantiene y apoya las cuestiones más caras a la denominada clase media crítica: el piquete permanente, la obstaculización de las vías públicas, el desorden en las vías aéreas, la corrupción a niveles insólitos, la impunidad ostentosa, el apoyo a la libertad de la delincuencia que agrede la propiedad y la vida de la clase media, la prevalencia del amiguismo sobre el mérito, agregándose la tentativa permanente de acallar la queja a través de la ley de medios cuyo fin se asemeja mucho a quitar los órganos expresivos y catárticos de la clase crítica, poniendo en manos de sus acólitos la nueva voz. 

   Esa permanente agresión de los valores medios va acompañada de una -también en principio extrañísima- aparente incapacidad por parte del gobierno de aceptar un error, un traspié; algo que es, si se piensa, absolutamente anormal.   Si uno analiza, verá que desde el poder kirchnerista jamás se reconoce un error, y como los errores los marca la oposición, pero esencialmente la crítica de clase media, el mensaje implícito es que si se reconociera una crítica significaría darle entidad, valor, reconocimiento al pensamiento distinto al de ellos. Sería reconocer la existencia del otro, actualmente desaparecido de la escena nacional. El otro que no es k, no tiene cabida.
  Hay una desaparición del otro. De ese otro actual, presente.
  La ley de medios se encuadra en ese presente, en esa omisión total del pensamiento crítico hacia sus posturas. Si consigue el kirchnerismo anular definitivamente a los diarios de prensa libre, no habrá más opinión común contraria salvo en las redes sociales y en los comentarios de persona a persona. Habrá un retroceso a niveles de Edad Media.
  No hace falta que modelen el futuro, lo están haciendo ahora. 
  
  Pero queda aún el pasado. Ese que hace sentir que uno pertenece a algo, a alguien, lo que se consideraba Patria (la tierra de los patres, los padres).
  Nuestros padres nacionales son los próceres que conocemos desde la primera, la secundaria y los que nuestra familia invoca y venera.
  En momentos en que hay una agresión a las ideas propias, el argumento del pasado histórico viene en nuestra ayuda. Así, si alguien dice que la educación no sirve, etc, por dar un ejemplo, el caso de Sarmiento y su intento de educar al soberano, traído al pensamiento, ilumina la cuestión y apoya esa misma idea o una variante de la misma en la actualidad. El argumento de autoridad impone la figura de Sarmiento. Ergo, resulta un baluarte en la lucha contra ideas de signo opuesto. 
   Ese pasado es por el cual van.
  
   ¿Qué puede hacer el Instituto de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego impulsado por el gobierno kirchnerista, que lo quiere llevar a historia de Estado? (ver artículo 3 punto C, dec. 1880/2011: "La colaboración con las autoridades nacionales, provinciales, de la Ciudad Autónoma 
de Buenos Aires y municipales y con las instituciones de enseñanza oficiales y privadas, para 
enseñar los objetivos básicos que deben orientar la docencia.."). Pues bien, significará una demolición del pasado tal como lo conocemos y que impactará decididamente en nuestro concepto de seguridad a la hora de enfrentar la permanente cadencia del gobierno kirchnerista sobre los valores que definen a la clase media y su crítica. 
   Elevar a relato histórico del Estado dicha concepción, introducirla en las generaciones de niños y adolescentes, imponerla en las universidades, producirá sin duda un cambio en la concepción general que hoy tenemos de las cosas, de la vida, de nuestro país, de nuestra unión con Occidente. Este esquema no es nuevo: en todos los totalitarismos ha sido el gran arma, la conversión permanente y también a la fuerza de todo pensamiento hasta unificar un estilo donde la única verdad parte del Estado y concretamente del grupo que lo administra. 
    Para comprender mejor el hecho piense que su hijo escolar de 11 años le asegura que la frase de principios de siglo XX "rico como un argentino", que fue motivo de orgullo de este país dentro del contexto de otros países de la región, libertados al mismo tiempo que nosotros pero que no salían de la pobreza, es en realidad una mentira, o que fue una declamación autocomplaciente de una generación liberal, oligárquica y explotadora, y que en realidad no fue tal la riqueza, sino que había una gran pobreza, etc.  
     Con el fin de cambio cultural que el gobierno impone, o sin el, el resultado puede ser el mismo. Es un dato que se acerca a lo objetivo. Para ese nuevo niño educado en los valores -contra los que ningún profesor podrá evitar so pena de perder el empleo y quién sabe qué más-, Sarmiento será un importador de cultura yanqui antinacionalista tan veleidoso que se enteró que era presidente estando de viaje.

   Hay distintos elementos para comprender esto, a más de los citados. Uno es que el kichnerismo no proviene de una masa cultivadora de la responsabilidad histórica, de hecho gran parte de sus cuadros provienen del terrorismo de los años 60 y 70, quienes -a diferencia de otras guerrillas-, no sólo jamás han hecho un mea culpa y pedido perdón a su pueblo (como el colombiano M-19) por las atrocidades cometidas -y en tiempos de democracia-, sino que  se han encaramado a una resuelta reconfiguración de la historia para mostrarse sanas víctimas de un sistema, confundiendo expresamente en su discurso los años de democracia y los de dictadura. Es lo que se conoce como el relato de "juventud maravillosa".  De hecho ese relato y su marca a fuego les permitiría  eludir la tacha de lesa humanidad, por cuanto después del atentado a las Torres Gemelas, el control de territorio y estructura militarizada de grupos terroristas abre la vía de accionar por delitos contra lesa humanidad, hechos a los que no son inmunes los grupos de guerrilla de esos años. (Tangencialmente esto motiva el Celac, la tentativa de escapar de la OEA, bandera de los DDHH).

   Puedo sumar como razón la extraña confluencia de un gobierno absolutamente centralista -el unitarismo, pero de siglo XXI-, que contrasta con los caudillos federales que impone el revisionismo histórico. Ese choque es tan fuerte e innecesario al kirchnerismo que sólo la razón de demolición de la historia de la clase media argentina es aún superior a ese choque. En el balance que se hace desde el poder, es más conveniente destruir los valores y bases históricas de la ciudadanía crítica que el postergable -e inútil- debate entre el federalismo de aquellos caudillos contra el unitarismo actual.
  Agrego otra, tal vez algo inadvertida por el radicalismo: se han apropiado de Yrigoyen. La versión que saldrá de ahí seguro complacerá a algunos de ellos, pero tendrá un enorme parecido con una historia donde ese Yrigoyen no tendrá mucho que ver con los valores occidentales que hoy conocemos.
   Hay también más elementos, pero que requieren otro análisis, como la cercanía con los presupuestos ideológicos de la llamada lesa humanidad económica, a la que esta concepción del pasado le sirve como argumento histórico. 
   El Instituto impactará en nuestro pasado, y nuestros abuelos ya no serán lo que fueron. Cuídenlos.