viernes, 23 de marzo de 2012

Nacionalismo: discriminación producida por quienes te administran

 Si estuviéramos en un negocio haciendo cola para comprar una computadora que cuesta US$500, viendo que cada uno que está en otras colas consigue su modelo luego de abonar los quinientos, suponga  que cuando nos toca a nosotros nos piden US$1000, seguramente  nos quejaríamos por esa diferencia. Despotricaríamos fuertemente, y podríamos decir frases al efecto "¿acaso nuestro dinero no vale? (indirectamente nuestro trabajo), o "¿qué clase de personas somos que tenemos que pagar el doble por lo mismo?". Nos sentiríamos, pues, discriminados.
  Quite la situación del ejemplo de hacer cola ante un negocio y plántese en el mundo: a los argentinos los productos que compran los otros, nos cuestan el doble.
  Viene la segunda parte de la experiencia: que no tengamos los US$1000 que nos piden. Ni siquiera podemos comprarlo.
   Estamos entrando en esa instancia.  Pero hay un detalle aún más truculento: el vendedor y que pone los precios es, precisamente, un argentino.   Sabemos que más allá hay otras colas atendidas por chilenos, norteamericanos, brasileros. Queremos ir, pero no podemos: solo podemos comprarle al argentino, el que nos vende al doble; sonriente y feliz -mañana se va de vacaciones a un destino caribeño-, nos dice casi paternal: no te quejes, porque te puede ir peor.
 Eso es un modo de discriminación: que por haber nacido en un país determinado los productos te cuesten más hasta incluso no poder acceder a ellos.
No es la discriminación individual al estilo injurias, ni la producida por leyes clasificatorias -dicho sea de paso, como la de tierras limítrofes que acaba de sacar Argentina-, no: se trata de la imposibilidad de acceso a los bienes del mundo producida por las políticas en administrar tu país.
  Cuando se cierran fronteras con la incomprensible idea de que los bienes extranjeros nos perjudican, cuando se protegen a empresarios ineficientes internos, cuando se elevan los gastos del país para mantener a individuos que no producen (y a los que se les va cerrando aún más la posibilidad de que puedan producir), cuando parte de tus frutos se destina a mantener a una estructura burocrática que impone sus derechos, es decir, cuando estás bajo la concepción que se llama "nacionalismo", es el momento en que estás siendo discriminado, ya que las mejores cosas que este mundo hace para los individuos se te harán imposible de conseguir -salvo para unos pocos, justamente los que tomaron las decisiones que te convierten en alguien de segunda calidad; ellos sí las conseguirán e, incluso y más caro, te las venderán-.
  Hay que denunciarlo: el nacionalismo convierte a los nacionales en pobres -salvo la pequeña élite que toma esas decisiones-. 
  Que no lo maquillen de patriotismo, el nacionalismo justamente no lo es. 

viernes, 16 de marzo de 2012

Propuesta lingüística: korrupción se escribe con K


No parece extraño a esta altura de los acontecimientos decir que posiblemente no se haya escuchado ni visto mayor corrupción en Argentina que la protagonizada por el kirchnerismo. Jamás se ha percibido tanta extracción del dinero público por parte de un gobierno en conjunto con un sistema no sólo de impunidad, sino de defensa pública de esa corrupción, agregando la agresividad institucional a quienes la denuncian.
Ni en los tiempos de Carlos Menem, el gran corrupto, se estuvo ante una situación así, la que de para algunos debe llamarse "Estado de corrupción", es decir, cuando ya no son hechos aislados, sino una acción mayoritaria y, aparentemente, organizada.
A diferencia de la época de Menem, en esta kirchnerista la corrupción es generalizada, agregando impunidad y celeridad para obtenerla, así como la inaudita defensa pública de sus seguidores -pagos o no-, la utilización del sistema judicial y persecutorio para ir contra los denunciantes, así como la agresión propia de una dictadura contra los medios, esencialmente los que informan de este saqueo público.
Por ello, y para no redundar, para ser económico en el uso del lenguaje, a efectos de que no sea necesario decir por ejemplo "la corrupción del kirchnerismo" o "en el gobierno de los Kirchner impera la corrupción", propongo en los escritos que la palabra "corrupción" se escriba con k: "korrupción".
Esta sintaxis nos permitiría resumir y describir el asunto con mayor facilidad, ya que es un sobreentendido de la sociedad argentina. Si hablamos de otros saqueos al estado, diremos corrupción -por ejemplo la de Menem, o de algún gobernador de otra época o ministro de economía en particular-, pero para referirnos a esta, tan exagerada y totalizadora, usaremos el término preciso: Korrupción. Hasta puede ser antonomásica: "la" korrupción.
Creo, incluso, que de usarse como corresponde -ha hecho mucho este gobierno como para que el lenguaje se defina en ese sentido-, la Real Academia Española podría recibir el término y señalar: Korrupción: dícese del período de saqueo de las arcas públicas argentinas desde el año 2003 durante los gobiernos del matrimonio Kirchner".

jueves, 15 de marzo de 2012

La UCR sigue fuera de camino

La UCR está dando muestras de su permanente vocación de sujeto de extinción. Atribuyendo posiblemente su  cargo de mala repetición del peronismo al haberse volcado al mismo tipo de políticas -pero sin el éxito del primero-, convirtiéndose en una gris copia, lo cierto es que después del fuertísimo golpe de las urnas de octubre de 2010 no ha parecido haber recibido el tremendo azote y continúa bajo los mismos caminos que lo fueron llevando, año tras año, al fatídico octubre.
  Analizando desde la experiencia histórica -atento que los seres humanos somos más bien repetitivos y que no tenemos un gen especial por el lugar de nacimiento-, la UCR, otrora el segundo partido del país, no se ha asomado al balcón que permite ver lo que ocurre en otros países donde imperan gobiernos con vocación autoritaria como el que continúa en el país. 
 En aquellos: Venezuela, Ecuador, Cuba, Bolivia, Rusia, etc. el manejo descomunal de dinero público y de la corrupción y los controles sobre la prensa terminan hundiendo a la oposición, la que se encuentra sin fondos, alejada del sistema cuando no perseguida y sin posibilidad de comunicarse con la sociedad por el impedimento de acceso a los medios. No obstante, esa oposición en algunos lugares ha sabido organizarse y, juntando fuerzas, quitar en las urnas el poder omnímodo.
  El caso que está dando enseñanzas actuales es el de la oposición venezolana la que se unió y, por elecciones, dispuso que Henrique Capriles Radonski luchara contra Chávez. Aún no se puede anticipar el resultado, pero lo cierto es que sin esa unión ninguno de los partidos tenía posibilidad de lucha contra el dictador.
 En Argentina el panorama se define, desde la oposición, por la UCR, en declive de votos, y el macrismo, que ganó en la capital del país y cuya experiencia en Córdoba fue sorpresiva. 
  Entre ambos -más el aporte de justicialistas excluidos del kirchnerismo-, existe la posibilidad de conformar una opción que, alejando el miedo del desgobierno, convoque a una real posibilidad de cambiar el futuro de la administración.
 Pero no. La UCR no ha determinado su valor en el actual contexto al no intentar aunarse con la oposición. Nombro tres hechos puntuales que lo indican. 
  Uno, la tentativa interna de sustituir al presidente de la Auditoría General de la Nación, Leandro Despouy, por otro que fuere dialoguista con el gobierno. Dialoguismo puede significar, en la práctica, que en vez de controlar se traben alianzas, precisamente la función que no tiene que tener la AGN, pero que desde el punto de vista político quita fuerza de oposición a la UCR ya que la pega al poder contra el que debe luchar.
  Otra fue la negativa a iniciar juicio político al vicepresidente Amado Boudou. Extraño es este caso ya que la oposición, con un poder judicial que crecientemente va siendo colonizado por el gobierno nacional, debe en realidad resguardar y mantener la mayor incolumidad en dicho poder para que no le sea usado en su contra (como ocurre en los países totalitarios); así es inteligente si apoya las medidas judiciables que enfrentan a dicho poder. 
 Pero no, al esforzado y arriesgado fiscal que pretende la causa, odiado y ya en hecha su cruz por el poder oficial, la UCR dijo que no hará juicio político a Boudou, lo que implica desestimar el interés social de la causa. El fiscal ya no sentirá que alguien apoya su investigación, y no necesitará inmolarse por condenar a quien la oposición no quiere lastimar. ¿Para qué investigar a Boudou, si la propia oposición -representante de la gente-, no tiene interés en ello?
  El tercer acto anti oposición es la votación a favor del gobierno nacional en intentar arruinar la carrera de Macri arrojándole el carísimo y deficitario sistema de subterráneos para que, cual Caballo de Troya-, el costo funda la gestión del macrismo restándole votos. Si la UCR piensa que los fondos nacionales serán trasladados junto con el servicio tal  como exigen las normas, cabe pensar que el nivel de ingenuidad es tan grande como para sospechar que no están haciendo política. 
  Sabiéndolo, entiendo que están tomando como ayuda la del poder central para restarle a su competidor dentro de la oposición; caso extraño cuando no se alcanzó el 12% de los votos y no se tienen posibilidades reales para el futuro, salvo la de ir desapareciendo. Y que ese poder central, más tarde los quitará a ellos del medio. 
  Estas acciones incluso los deja fuera de la opción de cambio para quienes están expectantes por algo que muestre otra dirección. Lucir la UCR que no advierte el peligro o que es funcional al gobierno es prácticamente lapidario. 
  Baste esto como broche de oro de esta gestión radical: en un programa televisivo, luego de que Ricardo Gil Lavedra dijo que no harían juicio a Boudou, el invitado posterior jefe de la bancada kirchnerista, Miguel Ángel Pichetto agradeció públicamente (y con contenida ironía) la decisión de aquel.