jueves, 6 de octubre de 2011

Steve Jobs y los pequeños críticos

   Para mi es un mal día. Falleció,  joven, Steve Jobs, un creador. Sus productos, sus objetos imaginados, pueblan las estanterías, las casas y, sobre todo, las mentes de quienes los poseen como los que no. Creó fantasía en forma material. Con un poco de esfuerzo, sin necesidad de linajes o fueros de nobleza, alguno de sus inventos puede estar en tu mano, y vivenciar la fantasía de un iluminado ideada y creada a miles de kilómetros de distancia.  Seguramente su proceso de creación estuvo motivado por la ganancia comercial, la que no impidió -por el contrario, y la realidad lo prueba-, el florecimiento de sus creaciones que, sin dudas, han mejorado el mundo. 

  
   En los países de habla sajona es un ideal ser Steve Jobs. Pero en muchos otros, su nombre puede sonar mal, porque solo se ve la faz comercial, y encima se la discierne en malos términos. Esto mayormente en la tradición de doble moral del continentalismo europeo, donde (por la idea helénica del ocio y su contrario, el neg-ocio) y por la solapada pero imperante avidez por el dinero, que se quiere ocultar. Mientras más se oculta, culposamente, más se critica eso que se oculta.

   Esa idea es asumida por algunas ideologías, donde nadie es más que nadie. Allí, no solo no hay caldo de cultivo para un Steve Jobs, sino que incluso está prohibido serlo.  La envidia anida allí de un modo supremo.
  
   Para el esquema de vida cuyo objeto de análisis recuerda ciertamente que el hombre comenzó como un homínido más que pudo cambiar la faz de la Tierra y hacer la vida más fácil (pero sobre todo hacerla posible, que permite la existencia de vida) a más de 6000 millones de personas, los Steve Jobs son los ídolos, los modelos creadores, sin los cuales nunca hubiéramos salido de la selva; seguiríamos siendo acosados por lobos, no sabiendo si esta semana comemos o no, y no sabríamos si llegamos a 25 años de vida. Los primitivos Steve Jobs nos fueron sacando de allí, y nos acompañaron y amoldaron a vivir en la sociedad civilizada que, gracias a la tecnología y el orden, nos permite vivir a la exorbitante y brutal suma de personas que estamos arriba de este planeta.
  
   Esta visión por lo esencial, por lo que de mejor y único puede tener el hombre, su espíritu creador,  no es -sobre todo en Latinoamérica-, usual.
  
   Hay muchos que  nos quieren tal vez aún cazando ciervos en la pradera, y que no crezcamos, que no intentemos hacer de este un mundo mejor.  Pero siempre, para quienes ostentan  este tipo de  pensamiento, ellos nunca se piensan a si mismos yendo a cazar el ciervo. De algún modo u otro, al alejarse de la realidad del esfuerzo y la creación,  dan por descontado que van a ser alimentados: lo serán de la cacería que el otro con su esfuerzo realiza; y quieren ignorarlo.
  
    ¿Y qué ven de Jobs? Idealizan un lado malo, un lado oculto. No pueden reconocer que el iPad y el iPhone son geniales, no. Que las Mac's realizan todos los trabajos de edición que tanto les gusta ver. Les asusta dicho sujeto que es en realidad  un motor impulsor, e intentan atacarlo arguyendo las mismas y habituales cuestiones consistentes en  que ganaba dinero,  que era un comerciante, etc (dando por descontado, incolucrando a quienes escuchan, para sí y para los demás,  que estas actividades son ínsitamente malas..) 
     
    Ahora bien, a más de ser ampliamente cuestionables que esas actividades sean negativas, ¿se olvidan acaso que esas industria, motivadas por el dinero,  proveen las cosas para poder vivir al propio criticador?  -ni Marx objetaba esto-.  Porque en realidad esa crítica no va acompañada de la abstención de utilizar los productos o las mejores del otro; hay un doble standard moral allí.  Si no quiero a Jobs, si me parece reprobable, debo ser consecuente y dejar de usar el iPod. 
    
   Y algo más ¿acaso esos críticos pueden con su inteligencia crear cosas que sustituyan -si es que fuera necesario; no lo es- lo que creó Steve Jobs?  Y sigo más ¿tienen los que critican algún tipo de privilegio que les quite la obligación de hacer cosas por los demás? ¿o acaso suponen que Steve Jobs es quien tiene que cargar con el mundo exigiéndole actividades heroicas, pero que  ellos mismos, los perpetuos críticos,  no están abarcados por las mismas obligaciones? 
    
   Si contribuyeran con el mundo en modo real, empleando su tiempo y esfuerzo, y no el de otros a los que de paso critican, tal vez entenderían un poco más de qué se trata esto, de este proceso por intentar ser cada vez mejores, más aptos para permanecer en esta Tierra. En fin, la humanidad.
  
   Steve Jobs, gracias.
    



   

1 comentario:

María Laura Z. dijo...

Muy bueno tu artículo!! Saludos.